jueves, 23 de agosto de 2018

La Ley D´Hondt

Cuando en España hay elecciones (de cualquier tipo, pero me voy a referir a las generales), nos llenan la cabeza con que si el reparto de escaños es justo o no. Se haga de la manera que se haga, siempre va a haber alguien que se sienta perjudicado, y otros que sean beneficiados (pero estos no lo dicen). Vamos a echar un ojo a los resultados de las elecciones generales de 2015. Hay muchos partidos pequeños, por supuesto sin representación en el congreso, que no he puesto, porque no han salido en el pantallazo (pinchando en la imagen se ve más grande).


En 2015 se repartieron 350 escaños, y hubo un total de 25.349.824 votos válidos. Si dividiéramos entre los 350 escaños, tendríamos que cada vez que se consiguen 72.428,07 votos , se obtendría un escaño. Quitando los decimales, sería un escaño por cada 72.428 votos.

Si dividimos el número de votos de cada partido entre esos 72.428 votos, nos daría el número de escaños de cada partido, si se repartiesen simplemente dividiendo los votos obtenidos entre los que hacen falta para consegir un escaño.


Partido
Votos
Escaños en teoría
PP
7215530
99,62348815
PSOE
5530693
76,36125532
Podemos
5189333
71,64816093
C's
3500446
48,33001049
ERC
599289
8,274272381
DL
565289
7,804840669
PNV
301585
4,163928315
Unidad Pop.
923105
12,74514
Bildu
218467
3,016333462
CC
81750
1,12870713
PACMA
219181
3,026191528
UPyD
153498
2,119318496
NÓS
70464
0,972883415
unio.cat
64726
0,893659911



Total

340,1081902

(el resto, entre los demás)

Es decir, si el reparto fuese así de fácil, el PP habría tenido 99 escaños “y pico” en vez de los 123 que tuvo; el PSOE habría tenido 76 escaños “y pico” en vez de los 90 que tuvo,…y habría muchos más partidos con representación en el congreso, como PACMA o UPyD, y algunos quedarían con “casi un diputado”, como NÓS.

Pero es que no se puede tener ese “casi un diputado” o 76 diputados “y pico”. Esos decimales ¿qué hacemos con ellos? ¿Cómo decidimos si redondeamos hacia arriba o hacia abajo?

Examinemos más detalladamente algunos resultados: los cuatro partidos grandes se reparten la mayor parte de los escaños de una forma más o menos justa: a más votos, más escaños. Pero fijémonos en el partido Unidad Popular (Izquierda Unida, que le han cambiado el nombre): por el número de votos totales (923.105) debería tener 12 escaños, y en cambio solo tuvo 2. En el otro extremo, Bildu debería haber tenido 3, y solo tuvo 2. PACMA debería haber tenido 3, y en cambio no tuvo ninguno, y UPyD debería haber tenido 2, pero se quedó sin ninguno.

¿Entonces qué pasa?

En España, el reparto electoral se rige por la Ley D´Hondt. Es un sistema para eliminar los decimales, pero que causa grandes desigualdades cuando hay muchos partidos políticos, sobre todo, fastidiando a los partidos pequeños de índole nacional (los no independentistas).

En primer lugar, en España cuando hay elecciones no hay solo una elección: hay 52, una por provincia, más Ceuta y Melilla. Estas 52 “mini-elecciones” se denominan cincuscripciones. En cada sitio las listas son diferentes, y no tiene sentido que todos los partidos se presenten en todas. Por ejemplo, los partidos independentistas catalanes, sólo se presentan en Cataluña, así que todos sus votos los consiguen allí. Sin embargo, los partidos nacionales (sean grandes o pequeños) se presentan en las 52 cincuscripciones que hay.

Los 350 diputados son elegidos en estas mini-elecciones, en unas cantidades que dependen de la población. En las cincuscripciones más pequeñas (Ceuta y Melilla) hay sólo un escaño en cada una; en Navarra hay 5, en Murcia hay 10,…, y en Madrid, que es la provincia más poblada, hay 36.

El número de escaños va en relación con la población, pero no de una forma directamente proporcional: en Navarra viven unas 640.000 personas, y en Madrid unas 6.400.000 (diez veces más), pero en Navarra se repartieron 5 escaños y en Madrid 36 (siete veces más, no diez).

Para explicar el reparto de escaños en cada cincuscripción mediante la Ley D’Hondt, voy a poner un ejemplo, con partidos ficticios:

Imaginemos que hay que repartir 10 escaños en una circunscripción (también vale esto para elegir al alcalde de cada municipio). Se cuentan los votos y hay en total 585.743 votos válidos. El número de votos que ha obtenido cada partido es: 

Partido A: 201.365
Partido B: 145.742
Partido C: 101.258
Partido D: 65.369
Partido E: 54.468
Partido F: 17.541

En primer lugar, hay que calcular cuánto es el tres por ciento de los votos válidos. Todo aquel partido que no obtenga el tres por ciento de los votos válidos en una circunscripción, queda fuera del cálculo. El tres por ciento de 585.743 es 17.572. Por tanto, señores del Partido F, gracias por venir, pero se quedan sin representación. Por 31 votos, pero no pueden seguir en el proceso.

Esta es la explicación de que Unidad Popular (Izquierda Unida) solo haya tenido 2 escaños: en la mayoría de provincias no llegó al 3% de los votos, por lo que, aunque se presentó en las 52 cincuscripciones, y tuvo en total más de 900.000 votos, apenas “pasó el corte del 3%” en las provincias más pobladas. Lo contrario le ocurrió a Coalición Canaria (CC): solo tuvo 81.750 votos, pero es que se presentó sólo en dos sitios (Tenerife y Gran Canaria). Y lo mismos con ERC y DL (sólo en Cataluña), y el PNV y Bildu (sólo en el País Vasco). Cuando todos tus votos se concentran en pocos sitios, vas a obtener mejores resultados. Y por eso los partidos independentistas catalanes y vascos (bueno, estos nacionalistas e independentistas) están representados en el congreso de Madrid; se presentan en pocos sitios, pero allí les votan.

Sigamos. Los cinco partidos que han pasado a la siguiente fase deben repartirse los 10 escaños. Vamos a hacer una tabla, y vamos a dividir los votos que tuvieron entre 1, entre 2, entre 3,…, entre 9 y entre 10 (porque hay 10 escaños). Y vamos a marcar en rojo los 10 números más altos que obtenemos:


Pues esos son los escaños de cada uno: el partido A se lleva 4, el partido B se lleva 2, el partido C se lleva 2, el partido D se lleva 1 y el partido E se lleva 1.


¿Quién está contento y quién no?



-       El partido A está contento, porque tiene el doble de escaños que el partido B, pero sólo tenía un 25% más de votos.



-      El partido B no está contento, porque empata en escaños con C, sacándole un 40% de votos. Y encima A le dobla en escaños



-      El partido C está muy contento: ha empatado con B teniendo muchos menos votos, y encima si A quiere gobernar, le necesita. Le va a sangrar todo lo que quiera.



-        El partido D está relativamente contento, pero el partido A no le necesita para gobernar



-         El partido E está contento, porque ha empatado a escaños con D, teniendo  un 17% menos de votos.



-          Y el partido F piensa: no he pasado el corte del 3%, pero aun así estaría muy lejos de conseguir un escaño. Pero si puedo juntarme en las próximas elecciones con el partido C, que tiene unas opiniones políticas parecidas a las mías, lo hago, y por lo menos mi líder tiene opciones de salir diputado (o concejal).

Y resulta que A y C no se ponen de acuerdo para gobernar. Entonces vuelve a haber elecciones seis meses después. Y esta vez, C se junta con F y forman el partido CF.  Y ahora, todo el mundo vuelve a votar igual, porque a la gente le da igual qué es mejor para el municipio, solo vota los “colores”. Pero ahora los votos de C y F se van a sumar. Es decir, vuelve a haber 585.743 votos válidos, que se reparten así:

Partido A: 201.365
Partido B: 145.742
Partido CF: 118.799
Partido D: 65.369
Partido E: 54.468

Esto básicamente pasó en las elecciones de 2016: se juntaron Podemos y Unidad Popular, y se sumaron parte de los votos, pero muchos de sus votantes (más de un millón sumando los de ambos partidos) no estuvieron de acuerdo con esa mezcla, y cambiaron su voto. De manera que pasó de haber 69 diputados de Podemos y 2 de Unidad Popular (total 71) a haber 71 diputados de Unidos Podemos (¡toma ya, qué jugada maestra!; ¡qué genios los que pensaron que la mezcla les haría mejorar los resultados!).

A ver qué pasa en nuestro ejemplo. Nadie queda por debajo del 3% de los votos, así que todos pasan a la siguiente fase. Volvemos a hacer una tabla dividiendo los resultados ente 1, entre 2,… y ponemos en rojo los diez valores más grandes:


¡Otra vez los mismos resultados! 4 para A, 2 para B, 2 para CF, uno para D y 1 para E. Claro, si no le ofreces nada nuevo a la gente para captar seguidores, vuelven a votar lo mismo. El único que está contento es el líder del partido F, que ha pasado de estar en su casa viendo los debates, a participar en ellos.

En las elecciones generales de 2016 hubo un baile de escaños entre partidos más o menos afines (el PP ganó los que le quitó a Ciudadanos, la jugada de Podemos e Izquierda Unida les salió rana, los independentistas se quedaron más o menos igual…) Salvo unos pocos que el PP le quitó al PSOE, todo quedó igual.




Y así está el país, que no hay quien gobierne.
 
En conclusión: así se reparte el pastel de las elecciones en España. De esta manera queda gente descontenta (los partidos pequeños), pero si se repartiesen en proporción al número de votos, serían otros los que quedarían descontentos (esta vez, los partidos grandes). Y por eso, no quieren cambiar la ley electoral.

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