En 1897, el inventor estadounidense Amos Dolbear (en un
momento de aburrimiento superlativo, me atrevería a decir), notó que cuanto más
calor hace, más rápidamente chirrían los grillos.
Concretamente, estudió el
grillo del árbol de la nieve (Oecanthus fultoni). Tras muchas observaciones y escuchas a este grillo,
enunció la ley que lleva su nombre.
Esta ley expresa la temperatura en grados Fahrenheit, TF, en
función del número de chirridos en un minuto, N60, de acuerdo con la fórmula
TF = 50 + ((N60-40)/4)
Es decir: se cuentan los chirridos en un minuto y se resta cuarenta. Después se divide el resultado entre 4. Por último, a lo que obtenemos, se le suma 50.
Para calcular la temperatura en grados centígrados, que es
la escala utilizada en la mayoría de países, una aproximación es contar los
chirridos en 8 segundos, y sumar cinco.
TC ≃
5 + N8
Es una aproximación bastante buena si la temperatura está
entre 5 y 30ºC.
El problema es que la especie Oecanthus fultoni vive en Norteamérica.
El chirrido del grillo común no nos informa de la temperatura que hay, pero sí
lo hace nuestro teléfono móvil. Y además, no molesta por las noches
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