La polea es
un invento muy útil, aunque no se sabe quién ni cuándo la inventó. Permite
levantar objetos a gran altura, atando el objeto con una cuerda y pasando la
cuerda por la polea.
El problema
es que para levantar un peso de, por ejemplo, 50 kg, tenemos que hacer la misma
fuerza que para levantarlos a pulso. Por eso, se suelen poner varias poleas,
formando un polipasto. De esta manera, si queremos levantar 50 kg, si ponemos
un polipasto formado por dos poleas, la fuerza que deberemos hacer será la
mitad, mientras que si ponemos un polipasto formado por cuatro poleas, la
fuerza que tendremos que hacer se reduce hasta la cuarta parte.
Así que, si
hay que levantar un peso muy grande, no nos sirve de nada una polea: habrá que
poner varias, formando un polipasto.
Hay una
leyenda urbana que ilustra muy bien esto. Es un chiste, no ha pasado de verdad
(ninguna persona fue herida en la realización de esta entrada). Trata sobre un
supuesto albañil que intenta ahorrar tiempo en su trabajo cargando todos los
ladrillos que le han sobrado en un barril, bajándolos al suelo con la ayuda de
una polea. Claro, los ladrillos pesan más que él, y tiene un accidente.
Esta es la
historia:
Pero como
ya he dicho, es una leyenda urbana: no ocurrió en Galicia. De hecho, ni
siquiera ocurrió.
La
historia, claro, es conocida en todo el mundo, y desde hace mucho tiempo. En
1981, un religioso estadounidense la contó en un discurso, provocando risas
generalizadas.
Este es el
vídeo. Pueden activarse los subtítulos para una mejor comprensión, pero están
en inglés. En cualquier caso, dice básicamente lo mismo que en la versión
española.
El origen
de esta leyenda urbana es confuso. Parece ser que tuvo su origen en la década
de 1930, pero es difícil saber su origen exacto. En cualquier caso, es una
buena forma de explicar qué es una polea, y sobre todo, de aprender que no se
puede levantar todo el peso que se quiera. Que nadie es Hulk.
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